Había una vez en Buenos Aires, en el viaducto que cruza Av. Córdoba con Av. Juan B
Justo y las vías del ferrocarril, una pintada furtiva. Sagazmente, decía: “Querés ser
feliz… o querés tener razón?”
Se termina 2015, el año del cisne negro. En el país donde
nació el populismo transformador, un gobierno peronista le entregó el poder a la aristocracia ganadera. Macri convertido en el dios de Rivadavia, de
Mitre, de Roca, de Aramburu, de Rojas.
Ya tenemos razón.
Y la tendremos cada vez en los próximos dos años.
Porque ninguna de las medidas genuinamente macristas, las que escribe el puño de los sectores que representa, lograrían el consenso de dos
cámaras legislativas con conformaciones tan adversamente opositoras como las actuales y, aún
más significativo, atravesarían sin novedad el escrutinio de vastos sectores de
una sociedad altamente politizada como la que deja el kirchnerismo.
De manera que no sería raro que los adalides de la
institucionalidad busquen guardar a Republiquita en un cajón por los próximos años
y se apoyen en los instrumentos constitucionales del DNU para desplegar su
agenda.
Es decir, tendremos razón sistemática y reiterativamente por
los próximos dos años.
Podremos juntar una lista de acciones filo-autocráticas a ser ejecutadas con la inescrupulosidad típica de nuestra derecha.
Y transformarlas en los ítems de una larga y tediosa factura que le presentaremos a la sociedad en nuestro pedido de aval para debilitar al actual gobierno en
una futura elección. Ojalá 2017.
Y tendremos razón. Pero no nos servirá absolutamente de nada.
Lamentamos desengañarlos: ningún gobierno en nuestras pampas
se desmorona por su apego a la institucionalidad y las formas. Si la economía
se demostrara palpablemente próspera para vastos sectores sociales, Macri (o
cualquiera) podría coronarse emperador. Billetera mata Constitución.
Queremos decir: no dejemos de llenar las plazas y los estadios
que quieran para escuchar a sus viejos líderes, no abandonen la liturgia de la
reunión, el choripán, el debate y los buenos recuerdos, no se priven de
conseguir la selfie con algún capitoste de La Cámpora o con Guillermo Moreno (ahora que anda suelto). Sólo demostrarán que tienen razón.
Y, la verdad, en este blog no nos interesa tener razón.
Sólo queremos ser felices.
Ustedes saben de sobra a qué nos referimos. Los peronistas
somos felices cuando los trabajadores y los humildes son felices. Y eso sólo
ocurre cuando los trabajadores y los humildes cumplen sus módicos sueños de
chalecito propio y verano en Las Toninas.
Y somos felices cuando ese orgasmo permanente del asado
dominguero y los pibes en la escuela no dura doce años, dura docemil.
Pero esa Patria de la Felicidad no es el sueño lisérgico de
cuatro comisarios políticos unidos y organizados… para enmudecer el debate.
Es tan real, sonoro y desbordado como esas murgas que pronto
llenarán nuestras calles.
Preguntándonos
en cada esquina qué dirección conviene tomar. Con sello propio, pero abierto y
hambrientos del disfraz y las fantasías fuera de programa. Bailando lo
conocido, pero listos para adoptar y adaptarse a lo que improvise la banda.
En este punto, como en los chistes cordobeses, venimos con dos
noticias: una buena y una mala.
La buena.
El neoliberalismo macrista no puede cumplir la
Revolución de la Alegría que prometió. No es una conjetura. Es un hecho. En los
primeros quince días de gobierno Macri y quienes manejan sus hilos han
desplegado las líneas centrales de la matriz de acumulación económica que
venían a forzar. Pueden faltar algunos detalles. Todos significativamente
menores frente a lo central: volvió el esquema de valorización financiera que
nos gobernó con mayor o menor preponderancia entre 1976 y 2001. No hay forma de que
el pueblo trabajador encuentre su lebensraum, su espacio vital, en ese esquema. Somos la
variable de ajuste.
Entre esos detalles a definir puede estar el nivel de
virulencia con que se trate al salario y los ingresos. Si extrapoláramos estos
quince días a un plazo más largo, la caldera explota pronto. Si las palomas lograran imponer un credo de subsistencia, el trabajador aguantaría sin romper todo un poco más.
Nuestra hipótesis, viniendo de dónde venimos y haciendo
nuestra mejor estimación, es que podríamos tener el octubre más caliente de
nuestra historia.
Ahora la mala.
A la fecha, acá y ahora, en el FPV no tenemos un
menú alternativo para ofrecer. Punto.
Pocos, casi nadie, tienen un diagnóstico certero de qué
hacer y cómo evitar caer por enésima vez en la trampa de divisas en la que
caímos previamente. Kicillof puede llenar los parques que quiera para hablar pestes sobre las medidas económicas que tomó y toma el actual gobierno.
Probablemente estaríamos de acuerdo en un 99% (la economía de nuestra derecha
cromagnon es más fácil que la tabla del 2). Pero estamos seguros de que
Kicillof y la mayoría de los referentes económicos del gobierno, no tienen la más nublada idea de cómo ofrecernos un futuro económicamente mejor (mejor que el que nos preparaban, no que este que empieza a campear, es necesaria esta aclaración?)
Así que el debate de los próximos meses debe ser profundo,
sustancial y efectivo, porque la decepción y la desazón con el Tilingo están
ahí, la vuelta del otoño.
Y cuando eso ocurra debemos ofrecer un faro y un puerto
seguro al que el pueblo trabajador pueda acudir tranquilo para resguardarse.
En el medio estarán los vendedores de feria con sus soluciones
trotskistas, neo-desarrollistas o radicalizadas. Es clave en la subsistencia
del FPV ofrecer garantía de responsabilidad y gobernabilidad (que durante todo
2015 estuvimos –estamos- muy lejos de representar).
La clave? Si somos católicos, la clave la puso Francisco: hagan lío. Y si no, Billy Bond y la pesada del rockandroll: ROMPAN TODO.
Llenar las discusiones de contenido. Llenar el
aire de política. Nada de tribuna aplaudidora en 678. Participar activamente, afiliarse, generar un movimiento sísmico al interior
de los partidos nacionales y populares, poner a los dirigentes a trabajar, desafiarlos: si no sirven, tienen que irse.
Lo mismo que en en cualquier
aprendizaje: escuchar más de los que se dice, leer, instruirse, rechazar el
discurso autoindulgente, analizar y sintetizar.
En este final de 2015, cuando las malas noticias parecen
llover como agua de mayo, desde este humilde blog levantamos la copa y con tranquilidad y suficiencia decimos,
el futuro es nuestro.
Vamos a ser felices.